No quiero vaticinarlo, pero pasará...
Como siempre pasa.
Como nadie quiere quedarse.
Sólo hasta que la dejan morir, la ven marchitarse poco a poco, lanzando destellos, buscando atención, haciendo fogatas para no morirse de frío a falta de abrazos... Y justo cuando la agonía acaba y el último aliento de ganas de querer se le esfuman, ¡puf! explota la necesidad absurda de realmente quererla.
¡Que ironía! ¡Que puta ironia!
Pero ya ahí no hay marcha atrás.
Ella vive su duelo en agonía constante y cuando se agota la última gota de sangre que bombeaba ese corazón... Ya no hay marcha atrás.
Y vendrán pataleos, y momentos incómodos de arrepentimientos, y ella dudará, como siempre duda, porque jamás deja de querer, pero no habrá marcha atrás cuando el último aliento llegue.
Le ha pasado tantas veces que aún no comprende como siendo tan difícil ganarla, la dejan morir frente a sus ojos.
Y capaz volverá a amar, y soltará de nuevo los escupos, pero cada vez que pasa el tiempo lo siente más improbable...
Esa inefable sensación de sentir que se agotan los cartuchos.
Y raspando un papel y fumando un cigarrillo, en el fondo sabemos que pasará.
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