Hay momentos por los que navegas en Instagram y te tropiezas con post que con tan solo leerlos encuentras implícito tu dolor. Y como la vida es tan corta y no hay momentos oportunos, decidí enviar aquel post y despedirme de ti. De lo que algún día fue y de lo que no, de mi sentir, de cada lágrima o cada noche que no dormí, de las risas y las sensaciones que me producía tan solo verte. Despedirme de esa sensación de que te conocía de toda la vida, de los fracasos y pataletas, despedirme de la persona que llegué a conocer y a su vez me desconoce. Si me preguntan en éste momento si de tener otra oportunidad haría las cosas diferentes, creo que no, porque amé cada momento de locura vivido a tu lado, solo hubiese preferido otro final, que no fuera tan trágico o doloroso. Y final que tuviera más calidez y menos pedazos dispersos por doquier.
No quiero vaticinarlo, pero pasará... Como siempre pasa. Como nadie quiere quedarse. Sólo hasta que la dejan morir, la ven marchitarse poco a poco, lanzando destellos, buscando atención , haciendo fogatas para no morirse de frío a falta de abrazos... Y justo cuando la agonía acaba y el último aliento de ganas de querer se le esfuman, ¡puf! explota la necesidad absurda de realmente quererla. ¡Que ironía! ¡Que puta ironia! Pero ya ahí no hay marcha atrás. Ella vive su duelo en agonía constante y cuando se agota la última gota de sangre que bombeaba ese corazón... Ya no hay marcha atrás. Y vendrán pataleos, y momentos incómodos de arrepentimientos, y ella dudará, como siempre duda, porque jamás deja de querer, pero no habrá marcha atrás cuando el último aliento llegue. Le ha pasado tantas veces que aún no comprende como siendo tan difícil ganarla, la dejan morir frente a sus ojos. Y capaz volverá a amar, y soltará de nuevo los escupos, pero cada vez que pasa el tiempo lo si